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domingo, 15 de julio de 2012

Desmontando los mitos del parado

Los parados aumentan a pesar -más bien, gracias a, diría yo- de las medidas que el Gobierno va tomando. El clima de pesimismo imperante sobre la economía y su recuperación no ayudan tampoco y en medio de esta depresión colectiva que estamos viviendo, cualquier medida que suene a "quitar privilegios" es bien recibida por una ciudadanía desesperada ante las perspectivas que nos anuncian, agoreros, los medios, los políticos y los organismos internacionales. Pero recortar el derecho a paro, Señorías, no es justo. Y menos si se nos intenta vender que ese "seguro social" que pagamos religiosamente con nuestras cotizaciones mientras trabajamos es, resulta, un privilegio inmerecido que algunos vagos han decidido tomarse como unas vacaciones pagadas por gusto. Niego la mayor.

No digo que no existan los aprovechados que como parásitos trabajan lo justo para poder cobrar el paro y que luego vuelvan a iniciar el ciclo, sin embargo, son una minoría y yo, por lo menos, no los he conocido en mi deambular por la vida del INEM. Sí he conocido, sin embargo, mucha gente abrumada por las responsabilidades de hijos a quienes mantener e hipotecas o alquileres que pagar. Desesperados porque tienen más de 50 años y, como en un mal bolero repiten, "y ahora quién me va a querer". Indignadas porque ser madres las está llevando a la ruina porque algunos siguen pensando que el trabajo de las mujeres es secundario en la estructura familiar sin darse cuenta que son muy pocas las familias que hoy en día pueden vivir de un sólo sueldo.

El panorama es desalentador y muchas veces más que consejeros laborales harían falta una horda de psicólogos que trataran de recomponer autoestimas rotas por los duros procesos de despido sufridos, y a veces de moobbing y presiones, de injusticias y de malos modos. Recomponer almas rotas para deshacerse de la culpabilidad, de los remordimientos del "porqué yo, porqué a mí", de los miedos al rechazo social y familiar, de la depresión por presunta inutillidad que acecha. Porque es dificil que una persona imbuida de negatividad, con la cabeza gacha por la vergüenza, resentida con la vida o con la autoestima pisoteada pueda pasar un proceso de selección con garantías éxito.

Estoy harta del discurso de que todos estiramos el brazo más que la manga y que ahora recogemos las tempestades que sembramos. Esta responsabilidad socializada no hace más que diluir las verdaderas responsabilidades que no se juzgan ni se pagan. Y la realidad es que las medidas que se toman van siempre contra los mismos: una clase media empobrecida que no tiene suficiente dinero como para hacer SICAP, a quién la Amnistia fiscal del dinero negro le da un poco de risa, pero que ve reducidos los servicios de sanidad y educación, encarecido el transporte público y los medicamentos, que paga IVA e impuestos cada vez mayores mientras su sueldo es cada vez menor -si no está en paro ya- y que está esperando en estado de shock la próxima bofetada de papá Estado, ahora que nos habíamos vuelto todos padres dialogantes, que escuchan y negocian en vez de pegar y decir "porque lo digo yo".

No, los parados no son los que han hecho un agujero en las arcas del Estado. Como tampoco lo han hecho los presos merendando cada tarde. Los parados son ex trabajadores que cotizaban para su pensión y para el paro por si un día venían vacas magras (pero sin creerse demasiado que eso realmente les fuera a suceder a ellos). Como quien paga un seguro de vida, que no piensa que realmente se vaya a morir de pronto pero que lo paga por si acaso (y porque el banco le obligó a contratarlo cuando firmó la hipoteca del palacio de 80m2 que ahora puede acabar siendo su prisión).

Los parados y sus autoestimas pasan varias fases como los que tienen enfermedades graves. Y después de llorar en la intimidad por su fracaso, van pregonando su rabia para desquitarse. Y una vez aceptado, empiezan a reorganizar su vida y su futuro. Su vida inmediata, reajustando gastos, quitando vacaciones y cosas superfluas porque la paga no es ninguna maravilla por mucho que uno cotizara, los horarios de la familia porque quizá ya no da para pagar a la señora de la limpieza o la guardería de los niños y le toca al parado hacerse cargo. Y al tiempo, se encargará del futuro. Subiendo el curriculum, que ha de actualizar, al todos los infojobs, infoempleos, monster, laboris y demás webs de búsqueda de empleo del mercado. Buscar trabajo da mucho, muchísimo trabajo. Cada web tiene su propio formulario y clasificación y lo que te sirve en una no vale en otra. Luego están las redes sociales como linkedin o womenalia, para que sean efectivas hay que PARTICIPAR, con tino y criterio. Eso supone una inversión de tiempo diaria. Además hay que vigilar qué se dice y transmitir también en Facebook, Twitter y en algún blog aquello que nos interesa destacar de nuestra imagen. Y mientras, reciclarse, ir a cursos y talleres y seminarios, quizá estudiar una carrera, postgrado o Master, preparar oposiciones o asistir a eventos profesionales para estar al día. Eso ocupa un tiempo loco. Así que vuelvo a negar la mayor.

El parado no es un vago que se toma vacaciones a costa del resto de contribuyentes. No. Es un ex trabajador que por suerte tiene un seguro salvavidas para resituarse, reciclarse, formarse, construir una marca personal acorde a sus aspiraciones -porque el parado es una persona con aspiraciones que también quiere defender su felicidad presente y futura, no un esclavo esperando un indulto en forma de cualquier trabajo lamentable que tengan a bien ofrecerle con aire de conmiseración-. Y no es justo tanto mito de parados que toman el sol y que esperan que les llueva el trabajo millonario de Mesi o de la Esteban por su cara bonita. No es justo, porque la mayoría luchan por sobrevivir a sus pesadillas de que se finalice la paga y no hayan encontrado nada decente, por encontrar una empresa gemela o un inversor que els ayude a tirar adelante con su idea de empresa, en la que poder aportar valor, ser reconocido, aprender, y con la que poder crecer con un respeto mutuo de por medio. Así que, por favor, basta de criminalizar sin ton ni son. Las medidas de recorte son dolorosas, pero las palabras también hacen daño.

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